Después de lo vivido y lo acontecido desde hace pocas lunas hasta aquí, hoy voy a ser yo el que me arrodille ante ti para pedirte que nunca nos abandones, hoy que has comprobado de primera mano que hay quien todavía no te entiende ni quiere respetarte, yo alzo mi grito al cielo para que siempre tengas presente a aquellos que lloramos cuando miramos tu rostro, a aquellos que tu eres su ultimo pensamiento antes de soñar con otras vidas y el primero cuando aparece esos rayos que nuestro padre tuvo bien en darnos, y es que todavía quedan personas en el mundo que no se esconden al escuchar tu nombre, que no les da miedo agarrarse a tu mano ni vergüenza contarte sus errores, por los que viven por ti y entregan parte de su vida a quererte y respetarte, por los que entregan su tiempo para preparar la mayor de las catequesis, esa que tantas veces nos has repetido y muchos somos los que la hemos grabado en nuestra conciencia, por los que besaron tu mano y comprendieron que no ha habido hombre en la tierra que enseñara tanto y tan bueno, por los que alejaron su vida de ti y los que quizás nunca sepan de tu existencia, por la vida desde el momento en que se piensa en ella y por la muerte que nos sirve de descanso y nos concede el privilegio de acercarnos más a tu nombre, por aquellos que no celebran aquella primera piedra, sino que luchan porque nunca se fragüe la última, y sobre todo por aquellos que nos sentimos personas y gritamos tu nombre sin miedo ni ataduras.
Señor de la Oración Líbranos del mal.
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